lunes, octubre 24, 2005

Por culpa del Stradivarius, dicen que peco de tonta

Aquí una historia a la que el polvo de los años, para mi, no le quita el encanto. Tú dirás si en verdad lo tiene.

Allá por los setentas, trabajé para la Cervecería Cuauhtémoc. Dentro de mis funciones estuvo la de seleccionar una nueva Secretaria, puesto para el que se presentaron varias chicas, tan jóvenes como yo lo era entonces.
Una entre ellas destacó por la razón que les cuento. Sujetó con un clip, a su examen de aptitud, un pequeño recado, donde a la letra decía “Puse todo mi empeño en la prueba y lo pondré cada día en mi trabajo. Por favor contráteme, quiero ayudar a mi mamá. Ella cose ajeno y nos ha mantenido y hasta ahora nos ha educado sola, a mis hermanitos y a mí.”

Ella fue la elegida y es fácil suponer que nos hicimos amigas. Así fui conociendo la historia de su vida. El padre un estudiante de Leyes y su madre ya lo dijo Malena, costurera. Ambos Istmeños, los dos sin recursos económicos. Esta buena señora, inclinada sobre la máquina de coser, mantuvo la carrera del padre de sus hijos y a los niños pequeños.

Cuando el señor terminó sus estudios, ya convertido en flamante abogado, le dijo adiós y se marchó llevándose los libros que ella había pagado. Dejó atrás a tres hijos, una mujer desolada y un violín, que en su destartalado estuche, colgaba de un enorme clavo oxidado, tras la máquina de coser y con el que el más pequeño de los niños jugaba.

También Malena conocía mi vida y una mañana me preguntó si mi papá querría comprar aquel violín, que tan malos recuerdos le traía. Así al menos serviría para atender alguna necesidad inmediata. Mi padre, coleccionista de viejo y también de antigüedades, no establecía distinción. Bastaba que algo le gustara para comprarlo y ella me ofreció el violín en cincuenta pesos. Le dije que tal vez, y al día siguiente, sin esperar más, lo trajo, en su estuche negro, del que todavía recuerdo su raído interior de terciopelo.

Siempre he sido romántica, por lo que no es raro que pasara por mi mente la idea de una compensación para Malena y su madre, así que le dije sonriendo que tal vez su violín fuera un Stradivarius. Ella ni siquiera sabía que era eso, yo tomé jugando, el violín entre mis manos y lo volteé hacia mí, para ver el interior bajo las cuerdas. Ahí pegada al fondo, pude ver y leer una pequeña etiqueta de papel rectangular con una estrella de cinco puntas, y una cauda, semejante a un cometa, que en letras de imprenta decía: Stradivarius Antonnius. Anno 1723

Casi caigo privada, pero entonces me dije —esto no puede ser, seguramente este año no cabe dentro de la vida de Stradivarius—. Me fui directo al “tumbaburros” de la oficina y busqué Stradivarius. Ahí encontré:

Stradivarius Antonnius, escrito exactamente igual a la etiqueta. Después: Famoso fabricante de violines Genovés, nacido en 1644 muerto en 1737…

Volví al diccionario, ahora con una búsqueda frenética, —Gutenberg, Gutenberg— me decía, pensando que el Diccionario me diría que en esas fechas no se había inventado la Imprenta. En ese momento ya no recordaba ni el día en que yo había nacido, tal era mi nerviosismo:

Al fin Gutenberg me dio la bienvenida y decía:

Johannes Gutenberg. Nacido en Maguncia. La fecha exacta de su nacimiento no se conoce. Se ha determinado que nació hacia el año 1400. Su verdadero nombre Friele Gensflisch. Su muerte se establece ocurrida probablemente a fines de 1467 ó comienzos de 1468.
En ese momento yo brincaba y bailaba emocionada y feliz, pues fuera cual fuera el año de la muerte de Gutenberg, siglos de distancia entre la invención de la imprenta y la pequeña etiqueta visible entre sus cuerdas, protegían la autenticidad del violín de Malena.

“Malena, Malena, tu violín es un Stradivarius” —le decía—. Por supuesto que el barullo era grande así que nuestro jefe asomó la cabeza desde su privado para preguntar que sucedía. Se lo conté y se mostró entusiasmado. Entonces sugirió que llamáramos a Zabludowski, comentarista de TV, que en aquel entonces era como el gurú para muchas cosas y lo hicimos. Nos contestó con gran indiferencia, tachando de absurdo nuestro hallazgo. “Todos los Stradivarius existentes —nos dijo— están debidamente localizados y catalogados, es absurdo que piensen que un violín así pueda ser hallado en Oaxaca. Alguien debe estar intentando cometer un fraude”.

Ante la autoridad de las palabras de Zabludowski se apagó la emoción de mi jefe; la de Malena, nunca llego a nacer, así que insistió y me rogó que le comprara el violín por cincuenta pesos. Yo me negué a robarle. Malena se resintió conmigo, y disgustada se llevó el violín a su casa.
A pesar de lo dicho por el comentarista de TV, yo seguí pensando que antiguamente al Istmo de Tehuantepec llegaban muchos barcos con artículos del viejo mundo -a mi padre siendo niño, lo enseñó mi abuelo a comer quesos fuertes y vinos importados, que llegaban por Salina Cruz como único Puerto de entrada- además muchos habitantes del Istmo, son hijos de extranjeros llegados de esas tierras. Nadie esperaba beneficiarse de la impostura, entonces ¿para qué cometerla?
Todo esto le conté a mi padre años después, que le conté la historia, me sacó la dirección y fue a casa de Malena, vio el violín pero no quisieron vendérselo, así me tachó de tonta desde entonces.
A Malena y a mí, la vida nos llevó por rumbos opuestos, pero en una que ocasión volví a verla, salió a relucir la historia del violín y ella me contó que nunca habia creído que el violín valiera gran cosa. También me dijo que nunca más lo propusieron en venta.

Años después vi un Stradivarius en un nicho de cristal en el Castillo de Chapultepec en México. Verlo y emocionarme fue todo uno. Soy pequeña de estatura y el violín estaba colocado en alto, así que me paré en puntas de pies para ver sus entrañas. No alcancé a ver el interior bajo las cuerdas, ignoro si ese violín autenticado, alberga una pequeña etiqueta rectangular similar a la del violín de esta historia.

Entre tanto, se que el violín del padre de Malena, sigue colgando de ese viejo clavo oxidado. Ya ni siquiera el niño, que hoy es adulto, lo baja.
***
Lo primero que tenía que decirles, es que esta historia la escribí anoche, y la revisé a la ligera, con el ánimo de sorprender a mi hijo Tristán que fue quien me invitó para hacerla. Así que aquí la tienes, hijo, con amor. Ahora las confesiones, así como no se de muchas otras cosas, tampoco de Stradivarius, pero recordar esta historia picó mi curiosidad, y como el que busca encuentra, encontré una página educativa, muy interesante, que tiene todo acerca de estos celestiales instrumentos. Juntos podemos leer y aprender en ella, aquí les dejo la liga:
La imagen, estoy triste, porque no logré subirla.

20 comentarios:

fgiucich dijo...

Una historia llena de luces, sin duda alguna. La narración atrapa y ese violín perdido en la casa de la costurera , es comparable con las riquezas del alma ignoradas por muchos de sus dueños.
Si ud. le hubiese comprado por cincuenta pesos, en aquel momento, solucionaba un problema agobiante, pero, finalmente, Malena decidiò no venderlo: era el único tesoro que le quedaba de aquel padre ausente.
Què bueno leerla, amiga!!! Abrazos.

Lety Ricardez dijo...

Ay Don Fernando, esta mañana estoy triste, muy triste. Sus palabras son bálsamo sobre mis heridas.
Tengo razón cuando digo que quiero que la voz responda. No siempre logro expresar lo que deseo, con claridad, ya me habían hablado de esa dificultad en Internet, pero yo todo lo veía color de rosa. Ya le contaré en algún momento, por ahora, apoyo la frente en su hombro y trato de deshacer el nudo en mi garganta.
Gracias mi amigo

Lo-que-serA dijo...

¡Qué maravillosa historia! Aunque lo pusiste en clave en la Lumbre, la encontré. Qué historia romántica, mi Lety. Sería bellísimo saber cómo llegó ese violín hasta ahí. Dime ¿qué se siente tener un Stradivarius en las manos?
Te dejo un beso con un ensalmo que deshace los nudos en la garganta.

Lety Ricardez dijo...

Mi querida Maria Luisa: Pregúntame que se siente tenerlo y dejarlo ir, porque sientes que comprarlo sería apoderarte, casi como robar. ¡Y que tristeza que nunca lo aprovecharan! Aquí por falta de espacio, cuento la historia en telegrama, porque no siempre puedo subirlas en episodios, pero le insistí tanto... ya te contaré cuando vengas, si todavía tienes ganas de esta historia. Besos para tí y si, me has ayudado a deshacer el nudo que me apretaba y que no tiene nada que ver con esta historia, sino con otra historia diferente

Lety Ricardez dijo...

Ay Andreas mi queridísimo amigo, gracias por preocuparse por mí. De ninguna manera lo dejo fuera, pero yo tuve la culpa de estar triste, por dejar volar a estas manos sobre el teclado, así las palabras escapan y a veces no me doy a entender.
Mi amiga Nora, creo que usted no leyó sobre su regalo en porque yo...
me dice que soy "una bestia de palabras" y me encanta, lo siento como una medalla. Ayer me abrumaba porque la entendí por su peso. Besos para usted y ahora voy y compartimos con un vinito, no tan caro como el que se bebió el "aguelo", confidencia y revisamos el album con el corazón

Tristán dijo...

Bueno, yo digo que comprarlo no era robar. Era más bien regalarle algo a la humanidad. Me cae que sí. Porque eso de colgarlo en el clavo y aguardar otros siglos pues ni al caso. Y qué, ya no estás triste por el episodio de la periodista? Acuérdate que eso no es. No fue tu intención ;)

Tristán dijo...

Maese ANDREAS. Pa cuándo el vino, pues :D

Indianguman dijo...

Qué maravilla de historia, mujer! Me encanta saber más de ti y deleitarme con una excelente narración, las dos cosas al mismo tiempo.
De seguro tu vida da para escribir muchos libros!

Un abrazo!

Lety Ricardez dijo...

Pues que crées hijo, perdón Tristán, si sigo triste, hoy no visité casi a nadie, sólo contesté comentarios, pero las lágrimas me escurren mientras escribo,ya me conoces, que le voy a hacer. Pero se me pasará, no te preocupes. Soy una tonta en verdad. Y ahora respecto a este suceso del Stradivarius, la verdad, te juro que sentí que si se lo compraba la robaba. Ni siquiera se me ocurrió que podía venderlo por su cuenta, porque nosotros si conocíamos gente importante, tu tio estaba entonces como Oficial Mayor en Turismo, y hubiera podido darle después la sorpresa enorme y recibir tal vez una comisión, pero no me pasó por la cabeza y como dices, algún Museo, o un músico de primer nivel, se perdió de tenerlo, que le vamos a hacer.
Mil besos y bendiciones

Lety Ricardez dijo...

Tristán otro para tí, te aviso que Maese Andreas, me ha consolado también ¿es por eso que le invitas el vino? no creo que esa fiesta ya la habían planeado antes, ya me imagino que le vas a contar las locuras de tu mamá. Mis pláticas con los taxistas de México que hasta ellos mismos me recomiendan, "señora por favor, no le cuente a cualquier taxista lo que me viene platicando a mi, no todos somos buenos" o como me preparaste para ir a mi primer encuentro de poetas y no se cuantas cosas más. Se divierten a mis costillas ¿eh?

Lety Ricardez dijo...

Mi querida Indianguman:
Extrañaba tu presencia, me hacía falta. Pues mira me gusta que sepas más de mí como dices y aprovecharla para contarles alguna anécdota, que tengo muchas porque para eso he vivido tantos años, pero no se que tanto de especiales sean, pero esta me costó mucho, en verdad mi papá creía que había lanzado al mundo una retrasada (no es broma) pero si es cierto que cada vez que oía hablar del Stradivarius se enojaba, en lugar de pensar que hija tan honesta he criado y que conste que eso lo aprendí de él, pero en este caso, superaba a sus principios, su amor por las chácharas (palabra oaxaqueña, que nadie emplearía para referirse a un Stradivarius) Besitos por docenas

Tristán dijo...

Tá bueno, pero no te gustará ver cómo vamos a acabar, jeje. Verdad, maese? :P

Lety Ricardez dijo...

Si Don Tristán, ya se que no me gustaría verlos, a ninguno de los dos, ¿verdad Andreas?
Por favor no se pasen, no les vaya a dar por caminar abajo de la banqueta, mejor se instalan en la casa como buenas personas, donde los vecinos me puedan contar cuánto duró la fiesta y como se portaron. Les mando un gran abrazo a los dos y gracias, ya me siento mejor

Misionero dijo...

¡Hola Lety! Vine a darme una vuelta por tu choza, donde siempre hay cosas buenas que mirar. Bueno mis ojos se posaron sobre este relato, que no sé si es real o imaginario, (eso sólo tú lo sabes). Me late que es pura fantasía. Pero luce tan autobiográfico, tan real, tan creíble. De cualquier forma que sea goza de méritos, está excelente. Me parece que hiciste mal en no comprar el violín, porque la niña estaba muy necesitada de esos 50 pesitos que bien podrían haber sido cien, y al no hacer la compra no la protegías de ningún atraco, más bien la exponías a que por desesperación el stradivarius lo entregara por menos . Si, no fue muy razonable, yo esperaba que tu personaje reflexionara y finalmente terminara comprándoselo. En todo caso ser oportuno es lo que cuenta. Luego de compararlo tenías toda la libertad del mundo de poner a prueba tu conciencia. me hubiera gustado saber que habría pasado en ese caso, que reconsideraciones hubrías hecho, con toda la infinitud de variantes. Definitivamente es un relato que llega, que deja huella de extrañas sensaciones a la zaga. Y unas ganas de saber más del paradero de ese violín. Te saludo con un abrazo desde mi tierra, la nicaragüita

Lety Ricardez dijo...

Misionero, gracias por sus amables palabras. La casa de Malena fue remodelada, ahora la ocupa un hotel. El Stradivarius dejó su clavo, pero no a la familia de Malena. Ella dice no haber creído nunca en la autenticidad de su violín, sin embargo, después de ese día, nunca quiso confiármelo para que se vendiera. Que contradictorio ¿verdad? Mi intención fue que ella tuviera ese dinero, ni siquiera pensé en una comisión. Era tan joven y tan ingenua entonces. Mi papá era un hombre recto,sin embargo se sintió enojado de mi falta de astucia, otra contradicción, enojarse porque su hija fuera honesta. No escribí todo esto, porque el formato del blog es horrible, convierte un relato largo en una cinta interminable. A veces me quedo con las ganas de decir
Por favor no deje de venir. Lo saludo con respeto y afecto

Laura dijo...

Lety:
hermosa narración. Yo no me pondría triste por no poder subir la imagen, esta historia habla por sí misma y el que no haya una foto nos ayuda a volar aún mas con la imaginación, a ver el violín, a Malena, a tí.
Gracias por la página educativa y por tan bella historia

Lety Ricardez dijo...

Amiga mía, gracias por leerme en tus casas, y tambien por gustar de sus diferencias. ¿Verdad que es bonito haber vivido esta experiencia? Pero si me da tristeza pensar en ese hermoso violín, aún a la espera de que alguien lo rescate. Que bueno que te gustó esa página tan completa acerca de violines. Te abrazo

Lety Ricardez dijo...

Pues mire que en este caso yo me siento feliz de que ustedes sean amigos y también de que ustedes utilicen su casa para ponerse de acuerdo, así les sigo los pasos jejeje. Pero mejor llame al Tristán porque viene de vez en nunca...
Mis abrazos

Orfa dijo...

Qué Malena tan sensible y sentida, bueno, por algo dicen "Llorar como Magdalena", ¿no? Lo han de llevar en el nombre.
Muchos abrazos, mi Lety.

Lety Ricardez dijo...

Orfa querida, nunca llegué a ver este comentario
¿es reciente?

¿Verdad que la historia del violín de Malena parece de mentiritas?