Hace mucho que no escribo acerca de mis hijos, pero esto debe cambiar.
Ahora es imperativo hacerlo. Anoche Santiago, mi segundo, —tú le conoces por este nombre de allá, de EntreCaracoles— me regaló un sueño de ángeles.
Desde que sabe que alojo al linfoma, me visita y me llama con frecuencia, cosa que antes no hacía, aunque les he dicho a todos mis hijos, que deben hacer su vida normal, que sólo me llamen cuando me toquen las quimios, para levantarme con su voz, pero el resto del tiempo nuestra vida debe discurrir como hasta ahora.
No me siento enferma y no voy a manipular la situación con tal de tener sus atenciones. Bastante pesar deben estar sufriendo, para tener encima una madre quejumbrosa.
Como ya sabes que todas somos una, no importa que Esther —la madre— para hablarles del regalo de Santiago, retome problemas de negocios que competen a nuestra Antonia, mientras la que escribe, sonriente y agradecida es Consuelo, o tal vez la del Recital, que era yo, o incluso puede ser Zarah, la del final; la que se atreve.
Todo es un juego, como la misma vida, y no importa quien se lleve el papel principal, cada una ha de hablar a su debido tiempo.¡Ah la pobre Carmen! A ella, incluso en estas circunstancias le costará, pero tendrá que hacerlo y ya estará, probablemente, a su lado la buena de Graciela y hasta la niña para ayudarla.
Pues sucede que Oaxaca, nuestra ciudad colonial, está convertida en un campo de batalla y aún así, los gastos siguen corriendo. Imagínate sacar cien mil pesos mensuales de la nada, para mantener viva una casa, que no respira el generoso aliento de sus visitantes hace ya, casi tres meses.
Dicen que el cáncer es una enfermedad psicosomática, y debe serlo. Entonces les fallé a todos y me fallé a mi misma, porque no supe vivir las circunstancias de la manera adecuada. Fue demasiada la presión de pensar, en las personas que dependen de mi habilidad financiera, para llevar las cosas adelante.
Pero de lo malo, siempre surge lo bueno.
Todo es cuestión de escudriñar para encontrarlo. Anoche te decía, mientras hablaba con Santiago, le conté, sin grandes aspavientos que había llegado al límite de los recursos y que no estaba cierta de que la venta de un inmueble que estoy tratando, llegara a tiempo para atender los compromisos.Paso por alto el hecho de que esta intranquilidad merma mis fuerzas para ponerlas en donde debo, en la lucha por recuperar la salud.
También paso por alto, que este inmueble se haya pagado religiosamente a lo largo de dieciocho años y ahora, por la inconsciencia de estas gentes que se llaman maestros, deba venderse para satisfacer los gastos, si es que alcanza, de tan sólo cuatro meses.
Cuando Santiago conoció el precio que me daban, tuvo un bellísimo gesto.
Me tendió las llaves de su único y recién estrenado automóvil y me dijo:
—Mamá, sólo esto tengo, véndelo y mañana te traigo cincuenta mil pesos que tengo ahorrados—.—Con este dinero tendrás asegurados dos meses de los gastos y puedes en ese tiempo vender con mayor tranquilidad los dos departamentos. No me parece justo el precio que te ofrecen. Si es posible, después, me devuelves para poder comprar mi coche, pero sin prisas, será cuando se pueda, no quiero ver que te afliges—.
Un automóvil nos alejó hace ya algunos años, y un automóvil otra vez, nos reúne, si no recuerdas esa historia, allá sigue en EntreCaracoles.Y no voy a contarles aquí una mentira, podría decirles que bastó su ofrecimiento y que no fue necesario el sacrificio.
Pero no es así; Este debió consumarse.
Hoy vendimos su flamante automóvil —lo había estrenado hace cuatro meses tan sólo—. Todavía recuerdo la noche en que feliz, vino a enseñárnoslo a su padre y a mí y nos llevó a cada uno por separado, en el asiento de adelante, a dar un corto paseo para probarlo. Tengo el dinero guardado para afrontar los gastos de dos meses y llevo en el corazón el orgullo de un hijo bien criado. Un joven generoso, que se suma y no se esconde.
Por supuesto que hemos de resarcirlo, pero por ahora no le robaré el gozo de lo que ha hecho. Es todo suyo.¿Puede haber mejor terapia para el cáncer? Les aseguro que no; que yo tengo la mejor medicina.
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Regresé para cambiar el título a este post y también para agradecer infinitamente a dos amigas los post que he encontrado en su casa.
Poco a poco, desde que inicié el trato con ustedes, he ido descubriendo un mundo y una misión nueva para mi vida. Me visualizo como encrucijada, lugar de encuentro para ustedes, que son los espíritus amorosos. Hoy pongo dos ligas una para Princess Olie y otra para Peggy Bonilla. Lágrimas de gratitud me bañan y sanan gracias a ustedes.