Mientras escribo se me vino a la cabeza un platillo de huevos que servimos en el restaurant, allá en El Marqués y que fortuitamente llamamos “veracruzanos”, y lo digo así, porque mi mamá es veracruzana y estos huevos son un revoltillo.
Así como ese revoltillo era Nacho.
Los huevos llevan frijol, chiles verdes, chorizo y crema, mucha crema y además van en tacos. ¡Y vaya si le ponía Nacho crema a sus tacos! Y vaya si le ponía blanco, negro, rojo y sobre todo picante a su vida.
Para tratar de ser coherente debo empezar hablando de lo que es nuestra familia y para ello tengo que empezar hablando de mi mamá.
No porque mencione a mi mamá creas que de ella sacó tu padre todo lo que era. Se parecía mucho a mi papá y tenía un orgullo de Ricárdez que tú vas a llegar a entender, si no es que ya entiendes.
¡Esta familia es un caso! y más bien no es una familia, sino un clan. O tal vez una tribu en la que mi mamá tiene mucho que ver, aunque no sea Ricárdez.
O tal vez es la más Ricárdez de todos y ni ella ni nosotros nos hemos dado cuenta. Si no fuera así tal vez se habría salido con la suya y sentiríamos mucho más orgullo por el Carrión y eso si podría jurártelo, no pasa con ninguno de nosotros.
Ser un Clan, o pertenecer a un Clan, suena bonito pero tiene sus bemoles.
A mí me encanta estar en este clan, aunque no pertenecer a él.
Más bien el Clan me pertenece, porque mis hermanos son míos. Los siento de veras dentro de mi, pero se que no estoy dentro de ellos.
Los que están dentro del Clan que son todos los varones, no tienen vida propia.
Viven el uno para todos y el todos para uno a cada momento y esto muchas veces les ha sido nocivo.
Se enojan conmigo porque no soy como ellos; ellos tienen una sola familia y yo tengo otra, la propia, además y eso lo tengo muy claro, aunque en cierta forma me duela, estoy dispuesta a dejar ir en su momento, a todos mis hijos para que formen nuevas familias.
Pero esa esencia de clan, en el fondo la admiro y envidio, aunque también me preocupa y a muchas veces entristece. Sus consecuencias han sido terribles, por eso me siento segura viendo los toros desde la barrera, pero te decía, esa esencia no la tiene mi familia.
Y mis hijos van en busca de ella cada domingo a la Hacienda allá en El Aranjuez, e incluso nos dejan solos a su padre y a mí, para buscar a sus abuelos y a los tíos y yo no quiero impedirlo.
Tú también formas parte de ese Clan y mis hijos te adoran.
Así como ese revoltillo era Nacho.
Los huevos llevan frijol, chiles verdes, chorizo y crema, mucha crema y además van en tacos. ¡Y vaya si le ponía Nacho crema a sus tacos! Y vaya si le ponía blanco, negro, rojo y sobre todo picante a su vida.
Para tratar de ser coherente debo empezar hablando de lo que es nuestra familia y para ello tengo que empezar hablando de mi mamá.
No porque mencione a mi mamá creas que de ella sacó tu padre todo lo que era. Se parecía mucho a mi papá y tenía un orgullo de Ricárdez que tú vas a llegar a entender, si no es que ya entiendes.
¡Esta familia es un caso! y más bien no es una familia, sino un clan. O tal vez una tribu en la que mi mamá tiene mucho que ver, aunque no sea Ricárdez.
O tal vez es la más Ricárdez de todos y ni ella ni nosotros nos hemos dado cuenta. Si no fuera así tal vez se habría salido con la suya y sentiríamos mucho más orgullo por el Carrión y eso si podría jurártelo, no pasa con ninguno de nosotros.
Ser un Clan, o pertenecer a un Clan, suena bonito pero tiene sus bemoles.
A mí me encanta estar en este clan, aunque no pertenecer a él.
Más bien el Clan me pertenece, porque mis hermanos son míos. Los siento de veras dentro de mi, pero se que no estoy dentro de ellos.
Los que están dentro del Clan que son todos los varones, no tienen vida propia.
Viven el uno para todos y el todos para uno a cada momento y esto muchas veces les ha sido nocivo.
Se enojan conmigo porque no soy como ellos; ellos tienen una sola familia y yo tengo otra, la propia, además y eso lo tengo muy claro, aunque en cierta forma me duela, estoy dispuesta a dejar ir en su momento, a todos mis hijos para que formen nuevas familias.
Pero esa esencia de clan, en el fondo la admiro y envidio, aunque también me preocupa y a muchas veces entristece. Sus consecuencias han sido terribles, por eso me siento segura viendo los toros desde la barrera, pero te decía, esa esencia no la tiene mi familia.
Y mis hijos van en busca de ella cada domingo a la Hacienda allá en El Aranjuez, e incluso nos dejan solos a su padre y a mí, para buscar a sus abuelos y a los tíos y yo no quiero impedirlo.
Tú también formas parte de ese Clan y mis hijos te adoran.
***
En ese tiempo Javier tenía año y medio, ahora, pronto cumplirá catorce. Los primos siguen amando a Javier, la Hacienda abandonada, mi padre muerto y ese Clan, ay, ese Clan...